
Los libros como parte de nuestra rutina diaria
Cuando supe que estaba embarazada, me dediqué a la testaruda labor de crear en Renato un amor y respeto por los libros, para que cuando fuera un niño más grande, pudiera entrar a una librería ansioso por buscar un libro para llevarse. De esa manera, me propuse, desde que estaba en mi guata, de forjar su hábito por la lectura. Como me caracterizo por ser porfiada y testaruda, lo logré.
Debo reconocer que no fui de esas madres embarazadas que le hablaba todo el día a la guagua, no por no querer, sino porque yo ya hablo mucho. Imaginen esa pobre guagua, bombardeada de palabras, frases, ruidos, provenientes de la lengua acelerada de su progenitora. Creo que le hice un bien.
Sea como fuere el caso, siempre le tuve libros a mano en casa, los que comencé a comprarle antes de que naciera y así le fui armando su biblioteca: libros con sonido, con texturas, con monos brillantes, con poco texto, de plástico para la tina, grandes, chicos, le compré todo lo que pude encontrar.
Es cierto que acá hay tiendas bien lindas para comprar libros, como alapa, maske libros, contrapunto, que traen editoriales especializadas en niños, yo compré varios libros en bookdepository, un sitio inglés que tiene de las cosas más bellas, hasta las más extrañas en lo que a libros respecta.
Como soy mamá obsesiva, perna, testaruda y llevada a mis ideas, sé que si quiero forjar hábitos hay que reiterar una actividad, y apenas pude, le hice una rutina nocturna al Rena en la cual consideré diferentes aristas:
-Que comprenda que la siesta no es dormir de noche, sino de día, con luz y ruido
-Que se come en la noche, y que luego de la cena hay que bañarse
-Que las luces se bajan y se crea un ambiente más calmo y obvio, sin televisión
-Que luego del pijama se va a buscar un cuento
-Se lee un cuento en familia
-Se da un beso de buenas noches
-Se va a dormir a su pieza
En un principio, si bien el Pepi era casi testigo de mi monólogo del relato de la historia, con el tiempo se fue dando cuenta que era parte de su quehacer diario. Estaba asumido como parte del ritual nocturno y nunca le complicó. Hoy que tiene dos años, es más divertido leer cuentos y una puede ver que el trabajo de estos tres primeros años ha rendido fruto:
-Él sabe que puede ir a buscar los cuentos, por eso, se los pusimos a su altura y él elige lo que quiere leer, que generalmente es el mismo libro durante meses.
-En ocasiones él quiere dos cuentos, hay días que quiere seis. Si el tiempo lo permite y el sueño también, podemos leer varios.
-Interactúa con la historias y opina sobre lo que ve. Ahora que es más grande nos lee los cuentos y como tiene tan buena memoria, se sabe los parlamentos.
-Comprende de qué se trata el libro y puede seguir la historia.
-Tiene libros favoritos: en este caso cualquier cosa que involucre a Mickey Mouse; o la colección de los “Bichitos curiosos”
-Los cuida y sabe que se rompen. Además, cada vez que los lee, tiene que ir a dejarlos al mueble donde los guardamos, así sabe dónde están, una vez que quiera verlos de nuevo.
-Cuando salimos y dormimos fuera, SIEMPRE hay libros en su bolso. Él exige su cuento antes de dormir.
-Entra a una librería, no se aburre y siempre quiere llevarse algo.
No pretendo forzar a mi hijo que aprenda a leer antes, que ojalá pueda hacerlo junto a sus compañeros en el colegio, pero si le surge la necesidad antes y quiere saber más sobre las letras, feliz, no soy quien para negarlo. Hoy por hoy le fascina mirar todos los letreros y es feliz cada vez que encuentra las letras de su nombre, las que reconoce, haciéndose dueño de la letra R, que cuando la ve dice “encontré mi letra”.
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